viernes, 27 de septiembre de 2019

L@s niñ@s no mienten


Cuando mis hermanas y yo abandonamos definitivamente el domicilio familiar, mi padre empezó a quejarse de que nunca íbamos a visitarlo ni le llamábamos ni nos preocupábamos de su salud; nuestras visitas eran pocas y cuidadosamente estudiadas para no coincidir con él. Tras el divorcio se propuso divulgar a todo aquel que quisiera escucharle que sus hijas le habíamos dado la espalda y que, aparte de malas personas, habíamos sido influenciadas por mi madre que nos había malmetido y puesto en su contra, convirtiéndola a ella en la mala malísima de nuestra relación paterno-filial.

Resulta curioso que mi padre pudiera creer que mujeres hechas y derechas como éramos ya sus hijas careciéramos de criterio para discernir qué era verdad y qué mentira de lo que, hipotéticamente, mi madre nos hubiera contado.
Parece ser que no sólo era una madre perversa, sino también una mujer de poderes sobrenaturales tan extraordinarios que era capaz de implantar en nuestra memoria recuerdos falsos ya que, según la versión de mi padre, no era cierto lo que ella nos contaba, de modo que deben de ser también falsas las imágenes de mi madre sobre un charco de sangre porque él le había roto la ceja, de mis visitas a escondidas con ella a urgencias con moratones, ojos morados, nariz rota y un largo etcétera de “casuales accidentes domésticos”, deben de ser también falsos los recuerdos de mis hermanas abrazadas en un rincón del dormitorio mientras la pequeña se orinaba encima de puro miedo o de mí arrancándome la piel de los antebrazos con las uñas castigándome por ser una cobarde y no atreverme a enfrentarlo cuando nos pegaba. Falsos, según él, falsos todos los recuerdos, malquerencias de mi madre, manipulaciones, mentiras,…, qué extraordinaria capacidad la de mi madre para insertar falsos recuerdos en nuestras mentes infantiles y en las juveniles y en las adultas…, cualquiera diría que si ella gozaba de semejante superpoder bien podría haberlo convencido para que cogiera la puerta y se marchara. Tonterías de mujer que prefería manipular a las hijas en vez de al marido, tonta más que tonta… (aclaro la nota de sarcasmo, no vaya alguien a tomarlo literalmente y me acuse de defender a un maltratador)

La cuestión es que ni ahora mis recuerdos son falsos ni lo fueron entonces, que mi madre si hizo algo fue callar y tapar, lo cual durante muchos años le eché en cara porque me decía que yo interpretaba erróneamente lo que veía, que las palabras que mi padre pronunciaba querían decir otra cosa diferente, que la bofetada era una caricia mal calculada, que el moretón una caída, que la vejación un broma… así que si hubo alguna mentira que saliera de su boca fueron las encaminadas a hacernos creer que no pasaba nada, que no era para tanto, que lo habíamos interpretado mal.

Durante mucho tiempo me culpé por no hablar. Ahora me doy cuenta de que da igual que lo hubiera hecho porque la sociedad, la justicia, el patriarcado, me hubiera silenciado. Lo veo cuando caen en mis manos publicaciones sobre el SAP, ese invento conocido como Síndrome de Alienación Parental. Para los profanos y profanas aclaro que este invento psicológico es un supuesto síndrome por el cual una niña o niño mostraría una actitud de rechazo, miedo u hostilidad hacía uno de los progenitores inducido psicológicamente por el otro. Su lógica es tan perversa que, cuanto más muestra un niño o niña su rechazo a un progenitor, más manipulación se entiende que hay por parte del otro y la receta que da es apartar de manera radical a la hija o hijo del manipulador y entregarlo a aquel contra quien se ha indispuesto. Fácil ver lo criminal de todo: cuanto más temen los hijos e hijas a sus padres maltratadores, más interpreta el SAP que son manipulados, porque ¿quién va a creer que un menor dice la verdad? ¿quién va a creer a esa niña que dice que su padre le pega?¿quién va a creer a ese niño que afirma que su padre es un  monstruo? Nadie. El sistema está perfectamente engrasado para seguir endiosando al hombre y presuponiéndolo un buen padre de familia y en igual medida que se duda de la palabra de los niños y niñas lo mismo se hace con la madre ¿cómo se atreve ella a cuestionar al padre? ¿cómo se atreve a apartarlo de él aunque sea con la excusa del maltrato? ¿no es de sobra conocido que un maltratador puede ser un buen padre? (Nuevamente, sarcasmo modo on).

Las niñas y niños no son creídos porque se invalida lo que dicen, adultocentrismo. Al padre se le presupone siempre un buen padre de familia y así lo perpetúa un sistema judicial viciado de machismo, patriarcado. Y si quieren saber por dónde viene la misoginia más brutal, les contaré un secreto: el Síndrome de Alienación Parental se llamaba originalmente SÍNDROME DE LA MADRE MALICIOSA. Ahí es ná.



Patri Arcadas

jueves, 5 de septiembre de 2019

Heterosexualidad para niñas y niños




Hace tres años mi sobrina tenía seis. Yo había sido testigo en varias reuniones familiares de esa cantinela tan habitual y tremebunda de acosar a la niñas con preguntas tan tendenciosas como “¿tienes novio?”. Siempre me pareció una auténtica barrabasada enfrentar a los pequeños con cuestiones que sólo a los adultos les interesan porque ¿qué objetivo tiene preguntar a las niñas algo así o preguntarle a los niños cuántas novias tienen? (Ojo aquí la diferenciación sexual: si eres niña quieren saber si estás madura sexualmente para tener novio, si eres niño se da por hecho que ya estás sexualizado y cuántas más novias mejor) Durante la conversación que mantuve con mi sobrina uno de los abuelos hizo la pregunta en cuestión y yo, tanto para darle amplitud de miras como por joder un poquito (lo reconozco) le pregunté: “¿y novia?”. La mayoría de adultos me miraron escandalizados sin atreverse a manifestar la sorpresa o el abierto rechazo que les suponía tal posibilidad. Lo mejor fue mi sobrina: me miró muy seria y como una pequeña adulta me respondió: “no tita, no quiero novios ni novias, yo voy a vivir siempre con papá y mamá”. A ella la posibilidad de tener novia no le escandalizó, no le pareció extraño, no sintió que fuera algo antinatural o malo, ella, simplemente, quería vivir con sus progenitores.

Tres años más tarde, durante su cumpleaños, se dirigió a mí toda ilusionada porque yo le había prometido llevarla a ver Frozen 2. Con mi ánimo de seguir haciéndola ver que el mundo está lleno de posibilidades le comenté lo que decían sobre que la protagonista, Elsa, tenía novia. Ella abrió desmesuradamente los ojos como si yo hubiera dicho que el cielo era verde y me preguntó: “¿Novia? Pero si es una chica.” Bomba, explosión y devastación. En menos de tres años mi sobrina había pasado de ver con naturalidad la posibilidad de tener una pareja de su mismo sexo a pensar que era imposible que una chica amara a otra chica.

¿Qué pasó en esos tres años? Sus padres son los de siempre, no ha habido grandes cambios en su vida, las influencias familiares no han cambiado,…, pero la heterosexualidad se ha impuesto como norma. No son pocos los estudios que revelan que para cuando las niñas cumplen seis o siete años ya tienen asumidos estereotipos de género como que no son buenas en ciencias. Es obvio que algo estamos haciendo mal como sociedad cuando una pequeña de nueve años cree que no existen otros modelos más que el heterosexual. Y cuando una mira alrededor apenas puede sorprenderse. ¿Cómo no van a creerlo si todas las parejas de dibujos animados, de cine, de cuentos, de canciones, son heterosexuales? ¿Cómo no van a acabar tragándose el cuento del príncipe azul si se lo meten en vena en cualquier manifestación cultural, lúdica y de ocio que viven? Los niños y niñas necesitan más referentes, más diversidad, más tolerancia, porque sólo así crecerán libres de prejuicios y normas impuestas.

Mi pareja, que me conoce bien, me preguntó riéndose: ¿te has divertido escandalizándolos? Sí, me divertí mucho, pero al margen de mi militancia feminista lo que más me reconfortó fue pensar que mi sobrina sabría por mí que existen otras formas de amar y si, tal vez, el día de mañana descubriera que ama a otra mujer, sabrá que no está mal y que al menos tiene a una tía lo suficientemente tocapelotas para saber que la apoyará.


Patri Arcadas