martes, 26 de noviembre de 2019

Harta del 25N



Sí, lo reconozco. Estoy harta del 25 de noviembre. Harta de marchar por la ciudad reclamando que no nos maten, harta de ver crecer el número de hermanas muertas, harta de los manifiestos grandilocuentes de los políticos que lo único que saben hacer es posar para la foto, harta de los minutos de silencio, de charlas, talleres y actividades, harta de que no sirva de nada porque seguimos volviendo cada año a lo mismo. Y no sólo cambia nada, además todo es peor. Este año un partido de extrema derecha al que no me da la gana ni mencionar se ha reído de nosotras, de las víctimas, de la democracia, de los derechos humanos, y lo peor de todo es que no son los únicos, detrás de ellos tres millones y medio de españoles y españolas, sobre todo españoles, les han votado porque han puesto palabras a lo que realmente piensan: que las mujeres en casa cosiendo, limpiando y criando y que nos dejemos de tanta tontería, qué más queremos que nos mantienen los maridos…

Estoy harta. Pero he vuelto a acudir a las marchas, al minuto de silencio, a la lectura del manifiesto, al lacito violeta,… He vuelto una vez más y este año, como nunca, me he sentido totalmente descorazonada. Asistí a la charla de un juez que, se suponía, iba a hablar sobre violencia de género; un juez que, se suponía, tenía perspectiva de género y conocía del tema. No lo nombraré, no diré el lugar, no comentaré muchas de sus opiniones. Que sobre con decir que la charla estaba dirigida a cuerpos policiales, jurídicos y sociales que trabajan con víctimas, que yo asistí como voluntaria de una asociación de asistencia a mujeres y que salí, literalmente, asustada.
En un punto de la charla al que no sé ni cómo se llegó, las personas que atendemos a víctimas desde las asociaciones y desde el voluntariado feminista nos quedamos totalmente anonadas contemplando cómo el juez, trabajadores del juzgado, integrantes de cuerpos de seguridad y algunos letrados y letradas del turno de violencia de género sacaban a la palestra el tema de las denuncias falsas, el perfil de las “víctimas de verdad”, el interés de las mujeres en denunciar para obtener ayudas, en fin, todos los estereotipos de libro con los que nos enfrentamos a diario pero reflejados en quienes deben proteger a las víctimas. Este año dejé que otras compañeras pelearan, gritaran y se manifestaran, yo no tenía fuerzas esta vez, de verdad que no.

Salí de aquel acto con una tremenda sensación de derrota. ¿Dónde queda nuestra lucha? ¿dónde arraigan nuestros argumentos? ¿dónde se han posados nuestras reivindicaciones? Las personas que deberían defendernos, las personas que deberían creernos, las personas que han de atendernos cuando somos víctimas de violencia de género siguen pensando que existen “víctimas de verdad” (llorosas, temblorosas, mudas,…) y “víctimas de mentira” que como mucho sólo tienen relaciones conflictivas con sus parejas, siguen pensando que las mujeres denuncian para tener beneficios en los divorcios o ayudas económicas o ayudas laborales, siguen pensando que mentimos y denunciamos en falso, siguen pensando que… No digo que todos los jueces, cuerpos de seguridad, jurídicos, etc., piensen así, pero siguen siendo muchos, demasiados. Aquella tarde fueron la inmensa mayoría.

Quienes asistimos a aquella charla y militamos en el feminismo acabamos reuniéndonos en el bar de enfrente, solas, pesarosas, apesadumbradas, sorprendidas, incrédulas,… la voz baja, la mirada en el suelo, los hombros caídos, la garganta atada,… Pasaron los minutos, terminamos nuestro café, salimos de una en una a la calle para despedirnos y cuando ya no quedaba más por decir dijimos lo único que sí quedaba por decir: “Mañana seguimos”.



Patri Arcadas