lunes, 28 de junio de 2021

Cuando el Orgullo LGTBI se queda en T

 


Este mes se celebra el Orgullo LGTBI. Ni siquiera ahora que estoy escribiendo estas siglas sé si las he puesto en el orden correcto o si me falta alguna letra según el discurso oficial, pero de lo que estoy absolutamente segura es de que ha pasado de ser un movimiento al que he apoyado sin reservas a uno que miro con mucho recelo, por no decir con estupefacción.

Recuerdo que cuando tenía catorce o quince años era la única alumna de mi clase que se había planteado cuestiones referentes a la orientación sexual, el resto de alumnos y alumnas no sabían ni qué era eso pero, desde luego, lo que tenían muy claro eran los prejuicios inyectados en vena por una sociedad homófoba y lesbófoba,. Omito intencionadamente la transfobia y la bifobia porque ambos conceptos eran entonces directamente inexistentes, las mujeres trans eran unos “maricones con vestido”, los hombres trans “¿cómo? ¿qué eso?” y las personas bisexuales “unas viciosas”. Aclaro que estas opiniones eran lo común en aquellos tiempos, hace veinte o veinticinco años y no opiniones personales y lo aclaro antes de que algún buenrollista-queer-posmoderno-brillibrilli le dé por insultarme por discurso de odio o tránsfoba o algo similar, que de eso ya tendré después con toda seguridad. Recuerdo perfectamente que cuando defendía la libertad individual de cada cual de amar a quien quisiera fuera de su mismo sexo o no, la gente me miraba como si me hubiera salido una cabeza extra o, directamente, hacían un gesto de repugnancia. Después, con el tiempo, las reivindicaciones de este colectivo empezaron a escucharse en voz alta y, afortunadamente, la sociedad pareció caminar hacia un modelo más tolerante y comprensivo.

Ahora miro las noticias de los eventos, manifestaciones, declaraciones, vídeos conmemorativos y un largo etcétera relativos a esta fecha y a las reivindicaciones del colectivo y mi pasmo alcanzan niveles insospechados y no reconozco el movimiento con el que me solidaricé hace años. Para empezar una no deja de tener la sensación de que la T ha fagocitado el resto de las siglas y todas las reivindicaciones, manifestaciones y conmemoraciones se centran y giran en torno a ese escaso 0,01% de la población (venga, vamos, voy a ser generosa y os concedo el 1% aunque no sea más que por redondear al alza) Por supuesto, lo que hasta la misma T ha olvidado es que existen lo que elles llaman hombres trans, pero bueno ¿a quién le importan si al fin y al cabo nacieron mujeres?, la T gira en torno única y exclusivamente de lo que llaman mujeres trans. ¿Dónde están los bi? Ni idea. ¿Y los homosexuales? Bueno, por desgracia suelen tener más conciencia de su propio sexo que de cualquier otra discriminación u opresión, así que las voces que se oyen están mayoritariamente de parte de sus amigos, la fratría autoidentificada. ¿Y las lesbianas? Ni están ni se las espera, después de todo sólo son mujeres ¿no?

Sinceramente, en un movimiento que habla de orientaciones sexuales ¿qué pinta la T o cualquiera de esas siglas que se van sumando sin orden ni concierto? No es de extrañar que empiecen a formarse grupos como Red LGB que se desmarcan del movimiento oficial para plantar cara al sinsentido en que se ha convertido la voz oficial del movimiento, es más, casi que me atrevería a decir (y no soy la primera en hacerlo) que las mujeres lesbianas y bi deberían tener su propio movimiento, porque como mujeres siempre serán relegadas e invisibilizadas en espacios donde haya hombres.

Y ¿sabéis qué? Me sabe mal haber pasado de respaldar el movimiento con alegría y con la sana satisfacción de estar defendiendo a un colectivo discriminado, a tener que pasar de puntillas y leer siempre entre líneas lo que los adalides de este movimiento dicen o escriben, siempre sospechando que, o bien sólo hablan de transfemeninos o nos las están colando a las mujeres con su misoginia más o menos declarada (o ambas cosas, por qué no decirlo). Sí, sabe mal que estos colectivos que han recibido siempre el apoyo del movimiento feminista estén siendo no sólo desagradecidos sino francamente traidores con quienes fueron sus defensoras.

Y es que las mujeres, hasta para recibir agradecimiento, siempre somos las grandes olvidadas.

 

Patri Arcadas