A
veces echo una mirada atrás y me doy cuenta de cuánto he cambiado. El lugar del
que arranqué en esto del feminismo está radicalmente opuesto al que estoy ahora
y a saber dónde se situará con los años.
No
quisiera decir que me avergüenzan mis antiguos posicionamientos porque en su
momento los defendí con la mejor fe y siempre en la creencia de defender al más
débil, pero sí, me avergüenzo, me avergüenzo de mi inocencia, de mi ignorancia,
de mi falta de perspicacia,…, así fue, así es.
El
patriarcado nos lleva muchos siglos de experiencia a las feministas así que
está mucho más versado que nosotras en el arte de la manipulación, del engaño,
del disfraz. A lo largo de la historia supo convencernos de que nuestra
posición de sumisión era innata, que éramos inferiores y por tanto
necesitábamos a un hombre a pesar de que las vidas que vivíamos nos demostraban
nuestra propia capacidad y fortaleza, nos convencieron de que nuestro lugar en
el mundo era estar debajo de los hombres, y cuando empezamos a reaccionar,
cuando ese movimiento maravilloso y liberador que es el feminismo empezó a
nacer, a florecer, a existir por y para nosotras, supo convertir sus logros en
beneficios patriarcales. No es que no hayamos avanzado, por supuesto que se han
logrado muchas cosas y que nuestras vidas en nada se parecen a las de nuestras
ancestras, pero parece que cada logro siempre es rebatido por el patriarcado y
siempre, de algún modo, le saca provecho.
Por
poner un par de ejemplos, hace quince años mi posición ante la prostitución era
el regulacionismo. Creía de corazón que eso conllevaría una mejora de la
situación de las mujeres prostituidas, que podrían cotizar, tener derechos
sociales reconocidos, derecho a la salud,…, ni siquiera sé cómo llegué a esta
idea pero en aquel entonces eso es lo que nos vendían a las personas de
izquierdas y progresistas. La misma campaña de marketing es el que tiene hoy en
día el tema trans. Yo también compré en su momento el discurso emotivo, también
me tragué el anzuelo tantas veces tendido a las mujeres de la compasión y el
cuidado, como si fuera responsabilidad nuestra todas las causas e injusticias
del mundo, yo también me creí aquello de que las mujeres trans son mujeres
simplemente con el mantra de la pena, la compasión, “pobres personas, cuánto
sufren”. Hay que joderse lo bien que trabaja el patriarcado, es capaz de
venderle hielo a un esquimal. Y lo siento, sí, mea culpa, yo compré ese hielo. Reconozco
que me constó muchas lecturas, tiempo y culpabilidad, porque el patriarcado es
tan hábil que nos hace sentirnos culpables cuando no somos adalides de todas
las causas, porque me sentí que estaba discriminando a estas personas y
haciéndolas sentir peor de lo que ya se sentían, pero a base de lecturas, de la
hábil y siempre maravillosa argumentación de compañeras feministas y el apoyo
de éstas, conseguí ver la luz. Y no, no soy tránsfoba por pensar que las
mujeres somos las hembras humanas, decir la verdad no es tránsfobo, defender
tus derechos no es tránsfobo, hablar de nuestras experiencias y nuestras
realidades no es tránsfobo. Tampoco pedir la abolición de la prostitución me convierte
en putófoba, precisamente es el amor que les tengo a las mujeres más débiles,
más abusadas, más maltratadas, lo que me
lleva a pedir la abolición de la prostitución.
Así
que aquí estoy, hermanas, compañeras, amigas, para entonar un mea culpa, un “me
equivoqué”, un “me engañaron aprovechándose de mi talante progresista”, pero
desperté, todas y todos podemos hacerlo y enfrentarnos a este patriarcado tan
hábil, tan astuto, tan poderoso, que siempre se nos cuela a la mínima.
Patri
Arcadas