lunes, 6 de mayo de 2019

Por qué sí me importa tu sexo



Ayer estuve visionando una conferencia en el que una joven explicaba que, por no ajustarse a los estereotipos de género que se esperan de ella como mujer (ropa, maquillaje, físico, etc.,), se encontraba en situaciones sumamente desagradables y a veces abiertamente discriminatorias. Se me quedó especialmente grabado el relato en el que afirmaba sentirse incómoda en los baños de mujeres, ya que muchas de ellas se quejaban por su presencia. En general se preguntaba por qué le importaba tanto a nadie cuál era su sexo, cuál su aspecto, por qué era tan importante para la sociedad ubicarla en una categoría binaria (hombre-mujer) a costa de que ella tuviera que sacrificar cómo expresarse, cómo ser, cómo sentirse, o por el contrario encontrarse en situaciones ofensivas para ella.

En principio no puedo estar más de acuerdo con su planteamiento. Como feminista abomino de los estereotipos de género y defiendo la plena libertad para desarrollarse como una/o desee y le parezca. Estos principios alcanzan a cualquier persona: hombre, mujer, con capacidades diversas, LGTBI,…, nadie sobra, ningún cuerpo es incorrecto, ningún deseo es censurable. Ahora bien, mi feminismo no debe quedarse sólo en los planteamientos conceptuales y utópicos, hay una realidad ahí fuera a la que enfrentarse y esa realidad es que si cualquiera de nosotras, mujeres, entramos en un baño ocupado por lo que nos parece un señor, sabemos que las probabilidades estadísticas de que se nos acose, viole, veje, insulte o agreda tienden a ser de altas a muy altas, así que lo siento, pequeña, sí que nos importa ubicarte en una de estas categorías: hombre o no-hombre. Si tu aspecto es de no-hombre, créeme, nos importa bien poco. No es que yo esté de acuerdo en que la sociedad sea así pero lo es y si tú, con aspecto andrógino o abiertamente masculino, me induces a la creencia de que eres un hombre me importa mucho saber a qué categoría perteneces, porque si eres un hombre estoy en peligro como mujer. Me parece que esta joven centraba su discurso en plantear lo que le pasaba como exclusivamente un deseo o necesidad de la sociedad de clasificarnos y, aunque estoy de acuerdo en que eso sucede, la realidad femenina va más allá: las mujeres, simplemente, buscamos estar a salvo. 

Curiosamente no menciona en ningún momento cómo se sentían los hombres con respecto a ella y su aspecto, como si con ellos no fuera la cosa o no la hubieran interpelado por su aspecto o les diera igual, tal vez porque exactamente es así, a ellos les da igual, no se sienten amenazados. Se me ocurre que si yo fuera ella tendría cuidado con estos hombres a los que no cuestiona en su vídeo, no fuera a suceder que algún grupito de machotes decidieran “enseñarla” a ser mujer. No sería la primera vez que pasase, por desgracia.

No me alegra escribir esto porque, como he dicho, abomino de los estereotipos de género. Cada cual debería poder expresarse como quisiera y me encantaría que esta joven pudiera desarrollarse en su vida diaria con plenitud, en libertad y sin discriminación, pero la sociedad está configurada hoy en día como un peligro para nosotras y no podemos censurar a las mujeres por tener miedo, por desear estar seguras. ¿Cómo se conjuga el derecho a la libertad de esta muchacha y otras como ella con el derecho a la seguridad de las mujeres como colectivo? Creando un mundo más seguro para nosotras, más igualitario, libre de patriarcado, libre de estereotipos, libre de géneros. Hasta ese lejano, lejanísimo momento en que esto se consiga, nos encontraremos en situaciones en que el derecho de unas personas por expresarse libremente y no ser discriminadas chocará con el derecho de las mujeres a estar seguras y no es justo juzgar a éstas por rechazar o desconfiar o defender un espacio propio de quienes "parecen" hombres. 

Por desgracia la vida nos va en ello.


Patri Arcadas

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