Ayer estuve
visionando una conferencia en el que una joven explicaba que, por no ajustarse
a los estereotipos de género que se esperan de ella como mujer (ropa,
maquillaje, físico, etc.,), se encontraba en situaciones sumamente desagradables
y a veces abiertamente discriminatorias. Se me quedó especialmente grabado el
relato en el que afirmaba sentirse incómoda en los baños de mujeres, ya que
muchas de ellas se quejaban por su presencia. En general se preguntaba por qué
le importaba tanto a nadie cuál era su sexo, cuál su aspecto, por qué era tan
importante para la sociedad ubicarla en una categoría binaria (hombre-mujer) a
costa de que ella tuviera que sacrificar cómo expresarse, cómo ser, cómo
sentirse, o por el contrario encontrarse en situaciones ofensivas para ella.
En principio no puedo estar más de acuerdo con su planteamiento. Como
feminista abomino de los estereotipos de género y defiendo la plena libertad
para desarrollarse como una/o desee y le parezca. Estos principios alcanzan a
cualquier persona: hombre, mujer, con capacidades diversas, LGTBI,…, nadie
sobra, ningún cuerpo es incorrecto, ningún deseo es censurable. Ahora bien, mi
feminismo no debe quedarse sólo en los planteamientos conceptuales y utópicos,
hay una realidad ahí fuera a la que enfrentarse y esa realidad es que si cualquiera de nosotras, mujeres, entramos en un baño
ocupado por lo que nos parece un señor, sabemos que las probabilidades
estadísticas de que se nos acose, viole, veje, insulte o agreda tienden a ser
de altas a muy altas, así que lo siento, pequeña, sí que nos importa ubicarte
en una de estas categorías: hombre o no-hombre. Si tu aspecto es de no-hombre,
créeme, nos importa bien poco. No es que yo esté de acuerdo en que la sociedad sea
así pero lo es y si tú, con aspecto andrógino o abiertamente masculino, me
induces a la creencia de que eres un hombre me importa mucho saber a qué
categoría perteneces, porque si eres un hombre estoy en peligro como mujer. Me
parece que esta joven centraba su discurso en plantear lo que le pasaba como
exclusivamente un deseo o necesidad de la sociedad de clasificarnos y, aunque
estoy de acuerdo en que eso sucede, la realidad femenina va más allá: las
mujeres, simplemente, buscamos estar a salvo.
Curiosamente no menciona en
ningún momento cómo se sentían los hombres con respecto a ella y su aspecto,
como si con ellos no fuera la cosa o no la hubieran interpelado por su aspecto
o les diera igual, tal vez porque exactamente es así, a ellos les da igual, no
se sienten amenazados. Se me ocurre que si yo fuera ella tendría cuidado con
estos hombres a los que no cuestiona en su vídeo, no fuera a suceder que algún
grupito de machotes decidieran “enseñarla” a ser mujer. No sería la primera vez que pasase, por desgracia.
No me alegra
escribir esto porque, como he dicho, abomino de los estereotipos de género. Cada cual debería poder expresarse como quisiera y me encantaría que esta joven pudiera desarrollarse en su vida diaria con plenitud, en libertad y sin discriminación, pero la sociedad está
configurada hoy en día como un peligro para nosotras y no podemos censurar a
las mujeres por tener miedo, por desear estar seguras. ¿Cómo se conjuga el
derecho a la libertad de esta muchacha y otras como ella con el derecho a la
seguridad de las mujeres como colectivo? Creando un mundo más seguro para
nosotras, más igualitario, libre de patriarcado, libre de estereotipos, libre de géneros. Hasta ese lejano, lejanísimo
momento en que esto se consiga, nos encontraremos en situaciones en que el
derecho de unas personas por expresarse libremente y no ser discriminadas
chocará con el derecho de las mujeres a estar seguras y no es justo juzgar a éstas por rechazar o desconfiar o defender un espacio propio de quienes "parecen" hombres.
Por desgracia la vida nos va en ello.
Patri Arcadas
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