Hace un par de días me llegó la
noticia de una mujer que ha matado a su pareja y como siempre no tardaron en surgir los
sempiternos defensores de la “igualdad” (así entre comillas, porque es su
versión de la igualdad) diciendo aquello de que “las mujeres también matan”.
Antes de que el feminismo me
abriera los ojos yo era la primera en afirmar que la violencia está mal
siempre, venga de donde venga. Ahora ya no estoy tan segura y me pregunto qué
pasaría si el miedo cambiara de bando, si las mujeres empezáramos a responder
con contundencia a base de porras, llaves de judo, gas pimienta o ataques en
grupo. ¡Qué tentación! Pero aquí me paro en seco y reflexiono que si soy
feminista no es sólo para tener los mismos derechos que los hombres, no, yo soy
feminista para ser mejor, para construir un mundo mejor del que ha construido
el patriarcado. Así pues, ¿es legítimo el uso de la violencia por parte de las
mujeres?
Aquí es donde debemos empezar a
cuestionar esa frase ya mencionada de “las mujeres también matan” porque en su
acepción sin análisis se pierden los puntos de vista, los matices y el amplio
catálogo de grises que van del blanco al negro. Y es que cuando una persona,
sea del sexo que sea, mata a su pareja, hay un enorme listado de cuestiones que
normalmente tendrán una respuesta diferente si la mano homicida es de un hombre
o de una mujer.
¿Por qué ha matado a su pareja? Si
el hombre es el victimario normalmente será un caso de violencia de género,
otro macho más que se cree con derechos de propiedad sobre su mujer y, por
tanto, puede disponer de su vida, especialmente cuando ella le sale respondona
o decide tener una vida propia donde él no tiene cabida. Si la victimaria es
mujer la cosa cambia y en una relación de violencia de género lo más probable
es que sea defensa propia o de sus hijos. ¿Puede haber otros motivos? Por
supuesto. ¿Puede una mujer matar a su pareja por razones espurias? Claro que
sí. Pero la trampa en la que la fratría machista pretende hacernos creer es la
de hacernos pasar el poco por el mucho, el uno por el todos, el caso aislado,
mínimo, casi anecdótico, por una generalidad que no es tal.
“La violencia está mal venga de donde venga y la ejerza quien la ejerza”.
Sin duda es una frase hermosa, razonable, equitativa, casi perfecta. Casi.
Porque la violencia no tiene los mismos motivos en hombres que en mujeres, la
violencia no se ejerce de igual forma por unos que por otras, la violencia se
enseña a utilizarla a ellos y a padecerla a ellas. Y esto no es un alegato en
pro de las mujeres, todas víctimas, todas santas, todas calladas, esto es una
simple realidad que se traslada al día a día: según las estadísticas de
Instituciones Penitenciarias, en octubre de 2018 el 92,56% de la población
reclusa son hombres. Este dato no es casual. Los hombres son más violentos,
delinquen más y resuelven sus conflictos de forma más agresiva. Porcentaje
similar es el de homicidios producidos entre parejas en que la abrumadora
mayoría de homicidas son hombres. Así pues, ¿de verdad se puede decir que la
frase de marras es equitativa? ¿no es fácil ver que la violencia normalmente
viene siempre del mismo lado?
“Las mujeres también matan, son maliciosas y calculadoras”. Claro,
pobrecitos hombres, tan buenos cabezas de familia, tan sacrificados, tan sensatos, tan… ellos. Y aquí sale nuestra sociedad
patriarcal a vendernos la estampa del pobre hombre asesinado por su diabólica esposa.
Porque los hombres siempre son juiciosos, educados y justos. Debe de ser genial
eso de que se te presuponga inocente sólo por el hecho de nacer varón. Yo
personalmente no sé qué es eso, porque a mí por ser mujer ya se me presupone
malvada, codiciosa, interesada y si él me pega o ya puestos, me asesina, “cómo
habré puesto al pobre hombre para hacer eso”.
No somos santas, no somos
perfectas, pero tampoco somos las responsables de nuestras muertes, de nuestras
agresiones, de nuestros acosos; lo es el patriarcado, lo es el machismo, lo son
esos hombres que se erigen en brazos ejecutores del sexismo desaforado de la
sociedad en la que vivimos. Que las mujeres también matan, también agreden,
también pueden ser violentas es obvio, que lo seamos normalmente, no, que
seamos responsables de provocar que los hombres lo sean, tampoco.
Así pues, cuando vuelva a llegar
una noticia de una mujer que ha asesinado a su pareja, antes de presuponernos
pérfidas, malvadas, calculadoras y manipuladoras, devuélvannos el favor que les
hacen a ellos y pregunten: ¿qué habrán hecho esos hombres para llevar a esa
pobre mujer a matarlo?
Patri Arcadas
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