Vivo en una provincia donde el
Carnaval se disfruta de manera especial. Durante esas fechas puedes ir
recorriendo cada uno de sus pueblos y no encontrarás uno solo donde estas
fiestas no se celebren de forma entusiasta. Desde pequeña siempre observé con
asombro la cantidad más que considerable de hombres que se disfrazaban de
mujeres y todos tenían en común los mismos rasgos: pelucas enormes de colores
llamativos, maquillaje exagerado, faldas ultracortas, tacones kilométricos,
andares exagerados y ademanes histriónicos. Yo solía bromear con mis amigos masculinos
con que todos los hombres tenían un gen torcido y que, en el fondo, todos eran
mujeres encubiertas.
Años después y tras mucha filosofía feminista leída y mucha experiencia acumulada, las gafas violetas dan otra visión del hecho de que los hombres se disfracen de mujeres y sobre todo, cómo lo hacen y cómo nos representan. Si realmente es así es como los hombres nos ven, una no tendría más remedio que reconocer que nos contemplan como a auténticas payasas, una imagen ridícula, grotesca, risible, algo indigno de respeto. Si ese es el concepto que guardan de nosotras es casi comprensible que seamos objeto de violencia, humillaciones, vejaciones y desprecio, porque a los objetos sin valor se les trata como tales y si a eso sumamos una socialización masculina basada en la fuerza, la jerarquía y el poder, difícilmente se va a desarrollar un sentimiento de empatía y compasión por algo que se considera inferior. Ahora bien ¿realmente somos eso? ¿somos tacones, somos amaneramiento, somos maquillaje, somos brilli-brilli? Obviamente estos elementos pueden ser parte de la imagen que proyectan las mujeres ya que en eso nos socializan pero no sólo somos eso, somos mucho, mucho más, así que ¿por qué los hombres sólo representan esa imagen estereotipada y ridícula de las mujeres? Quizá sea que, en realidad, no representan a las mujeres, no se disfrazan de nosotras sino de lo que creen que somos nosotras, SE DISFRAZAN DE FEMINIDAD.
Es por todo esto que han dejado
de gustarme los disfraces de mujeres: por la ridiculización que siento tras
ellos. No digo que cada uno de los hombres que se disfrazan durante estas fiestas tengan expresamente ese
propósito, probablemente sólo piensen que es una diversión, pero la
representación que hacen de las mujeres no deja de ser eso: violencia
simbólica. Lo que no acabo de entender es por qué esto se ve con tanta
facilidad con el Blackface y se ha asumido criticando a los clásicos Reyes
Magos que se pintan de negro y, sin embargo, no se ve tan
claramente con las mujeres, con el travestismo, con el drag,…, ¿quizá se
percibe en ellos cierto nivel de virtuosismo? ¿quizá creen que el hecho de
hacerlo con tanto mimo lo convierte en respetuoso? ¿quizá la belleza de su
puesta en escena, su perfeccionismo, los convierte en arte? ¿o tal vez sea que vestirse de mujer es ensalzado como rompedor y hermoso porque ellos defienden su propia creación? Quizá, o quizá es
que todo lo que tocan los hombres siempre se engrandece, porque no recuerdo que
el drag king tenga la misma popularidad o admiración, o que las actuaciones de
mujeres vestidas de hombres sean muy populares, de hecho ni siquiera soy capaz de recordar que su difraz sea ridiculizante, yo sólo no puedo dejar de
cuestionarme que todo lo que tiene que ver con otros grupos sociales, con
minorías discriminadas, con diversidad, es respetado y aceptado con facilidad
pero lo referente a las mujeres siempre es cuestionado, siempre son “exageraciones
nuestras”.
Y algún machito dirá que también nosotras nos disfrazamos de hombres. Buff, mira, amigo, nunca jamás disfrazarse del poderoso lo afectó mínimamente, porque es lo que tiene el poder, que aunque soples y soples y soples, su casa nunca se derrumba.
Patri Arcadas
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