lunes, 11 de febrero de 2019

Nunca es buen momento para el feminismo




Recientemente compartí en mis redes sociales un artículo que me pareció interesante sobre el pretendido feminismo de Maduro. Me encontré con las reacciones de algunas mujeres que entendieron que era un ataque al gobierno de este mandatario y se ponían en duda mis ideas de izquierdas por compartirlo. Al margen de mi posición personal que dejé clara en mis contestaciones a estas personas, las críticas me hicieron pensar bastante en esa actitud de la que históricamente ha adolecido el feminismo en general y las mujeres en particular: dejar en segundo lugar nuestras necesidades y derechos para convertirnos en defensoras de otras causas que, en un momento concreto, parecen siempre más urgentes e importantes que la nuestra.

En este caso hablar del machismo de Nicolás Maduro se ha interpretado como un ataque hacia él y la legitimidad de su gobierno y no como lo que pretendía ser: una negativa a que se use el feminismo como herramienta de lavado de cara. El gobierno de Maduro es machista. Como todos. Que el gobierno venezolano defienda legítimamente su integridad frente al colonialismo del capital representado por EE.UU. y Europa no lo convierte en feminista, que el gobierno venezolano se proclame socialista no lo convierte en feminista, que el gobierno venezolano se considere revolucionario no le convierte en feminista, que el gobierno venezolano se defina como de izquierdas no lo convierte en feminista. Por desgracia el machismo es trasversal, es patrimonio de todas las sociedades, grupos, etnias, países, ideologías, religiones,…, como alguien dijo sabiamente: “nadie se parece tanto a un machista de derechas como un machista de izquierdas”, lo cual no deja de ser una enorme desgracia porque las mujeres encontramos al enemigo en todas partes; no hay lugar físico, emocional, psicológico o intelectual al que huir para sentirnos seguras. Pero decirlo y criticarlo en ese sentido se ha interpretado como “hacerle el juego a la derecha” y atacar al pueblo venezolano, por lo que deduzco que según estas personas éste no es el momento de sacar el tema. ¿Tienen razón? ¿Tal vez ésta no era la ocasión idónea para sacar esta crítica porque eso debilita la posición de un gobierno tan duramente atacado? ¿Debemos callar lo que le ocurre a las venezolanas hasta un momento más propicio y dejar que el presidente Maduro siga presumiendo de feminista? No lo sé, ciertamente no solo sé. Como feminista siempre me hago mil preguntas, me cuestiono a mí misma un millón de veces. Quizá me equivoqué en el momento, quizá no. Si fuera así pido disculpas, pero no puedo dejar de escuchar cómo chirría en mi cabeza esa idea machacona de “nunca es buen momento para nosotras”.

Echo la vista atrás y observo el camino transitado por el feminismo, lo cual me lleva a las mujeres que durante la guerra civil española defendieron los ideales democráticos y dejaron aparcadas sus propias batallas porque era más urgente defenderse del golpe de Estado, me lleva a las mujeres rusas a principios del siglo XX renunciando a sus propias necesidades para servir a la revolución, cuyo triunfo era lo más importante en aquel momento, me lleva a las mujeres apoyando la causa gay mientras ahora muchos de ellos nos apuñalan por la espalda mercantilizando nuestros cuerpos y haciéndole el juego al capitalismo,…, las mujeres hemos aprendido a ser las últimas, a priorizar al otro, a dejar de atender nuestras necesidades para dar mayor importancia a las de los demás,…, y seguimos haciéndolo incluso cuando se trata de lucha política. ¿Podría ser este otro caso más? ¿Podría suceder que nuevamente debemos callar lo que le pasa a las mujeres y a sus derechos fundamentales porque ahora es más importante no debilitar a un gobierno que está siendo atacado de manera tan gravosa? ¿Debemos callar cuando se afirma que la revolución venezolana es feminista porque refutar esta afirmación es contraproducente en este momento? No tengo respuestas, de verdad que no, sólo muchas preguntas, pero callar, otra vez callar porque nuevamente hay cosas más importantes, me sigue volando la cabeza.


Patri Arcadas

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